A lo largo de los milenios trascurridos, grandes personalidades femeninas han ganado un lugar indiscutible en la historia, ya sea por su manera de reinar, por su belleza, por su mezquindad o su crueldad. Éstas mujeres, sea cual sea el motivo de su recuerdo, son dignas de conocerse.
Una de mis favoritas, y una compañera en mis andanzas allá por los siglos XVI y XVII, es Érzebeth Báthory.
Todos aquellos que conocen su nombre, saben que ha trascendido por actos sangrientos y despiadados, colocándola como la gran figura húngara en las leyendas gitanas de la época que aún escuchamos alrededor del mundo.
Rebecca Jhons aborda su historia en “La Condesa” de una manera que, para sorpresa de unos y desilusión de otros, la convierte en una mujer de la realeza que sufre, que entrega, que lucha por darles lo mejor a aquellos a quienes ama. La hace humana.
A lo largo de esta versión de la historia de Érzebeth, la vemos como mujer de carácter fuerte y caritativa, convencida de que debe ser madre en sus tierras, y como toda madre premia los aciertos de sus retoños y castiga las imprudencias cometidas, todo por derecho de nombre como la Condesa.
Es refrescante ver a alguien retratarla, no como la criminal que todos piensan que mi querida amiga fue, si no como una estratega, una mujer ágil de mente quien supo cuidar de sus bienes hasta que el destino le jugó una mala pasada y termino sus días… como todos sabemos.
Esta historia es una lectura ligera e interesante, Rebecca hace un gran trabajo incorporando los detalles históricos de la época, haciéndolos digeribles y comprensibles, llevándonos a los rincones de la antigua Hungría de tal manera que podemos sentir el frío de esos inviernos, el cálido vaivén de las aguas termales, los azotes sangrientos de su castigo, el toque de los amantes que visitaron su lecho y la soledad que llega, por desgracia, a ser la fiel compañera de mujeres tan grandes, como lo fue Érzebeth Báthory.
-Miss Van Dorth.
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